¿Sabes cómo ven los niños a los escritores?

Esto de los niños, pero no los cantores de Viena, sino los lectores de Guisande: mucho más listos, guapos y simpáticos, vas a comparar… son la repera, y como el pasado día 17 fue el Día das Letras Galegas… pues joé, ni como La Pantoja, yendo de un sitio a otro a firmar cuentos de Rodribico en castellano, portugués y gallego, multicultura que le llaman.

Y, claro como el Día das Letras Galegas se dedica todos los años a algún escritor que lleve muerto un mínimo de 10 años (gracias Feijoo, lo sé, pero por ahora no me dediquéis el día ese… a no ser que cambies la norma) pues los niños interiorizan tanto esta circunstancia de que el tío esté en el más allá, que no te lo pierdas, creen que los escritores estamos muertos; sí, muertos. Y cuando te presentan… ¡¡¡hasta te tocan!!!; te tocan como si fueras el Papa, que menos mal que no vas vestido de blanco, que se quedarían los pobres desnortados.

Claro, te tocan los más pequeños, porque los «mayores», 7 años, saben que no; que hay escritores vivos y muertos (lo de vivos/muertos de hambre no lo sé) pero la percepción que tienen de nosotros es distinta, ¡¡¡pero tela con la percepción!!!

Para unos, porque yo les pregunto, somos tipos que estamos encerrados todo el día en una habitación escribiendo y escribiendo; para otros que tenemos el pelo a lo Einstein, que donde trabajamos está lleno de colores, (como su fuera el cielo, vamos, casi igual), y que somos muy alegres…

Alguna de estas cándidas almas hasta creen que estamos todos los días jugando con los niños, que estamos siempre de viaje escribiendo lo que vemos e incluso y, es que ya algunos tienen ya una cara de Ibex que no veas, que ganamos mucho dinero, pero mucho.

Y claro, pues tú, para que sigan con esa ilusión, pues les dices que sí, que viajas mucho, que donde trabajas es una gran sala llena de colores y juguetes y que te encantan los niños (eso de ganas de ahogarlos por momentos no se les pasa ni por la cabeza); pero casi todos coinciden en una cosa y no falla, que morimos pronto.

Tío, eso no hay quien se lo quite de la cabeza; o sea, que para los que firmé cuentos de Rodribico hace unas semanas… pues a lo mejor ya estoy fiambre. Y yo porque los quiero, es así, pero que de a tantos que les he  firmado libros estos años, ninguno, pero ninguno, haya llamado a casa para dar el pésame… o por lo menos sus padres… no hay perdón de Dios.