¿Sexo a los 60?, si yo te contara…

Del libro ¿Se es viejo a los 60?, tás de coña (Amazon)

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El personal está muy equivocado, incluso uno mismo, ya que crees que cuando tengas cierta edad, el asunto erótico… y no. Tú con setenta años estás de muy buen ver y como la vida es así… pues, ¡oye!, que estás en una cafetería y una mujer te mira y que te vuelve a mirar…

Como esto de los años te da como un punto de experiencia, charlas con ella, la haces reír, y cuando ese día solo te ibas a tomar un cruasán a las diez de la mañana, pues que son las once de la noche y sigues de parloteo. Y, claro, dada la situación: o tú le caes bien, o ella no tiene casa. No queda otra.

Y como lleváis unas copillas, estáis más que alegres y en esa fase tan insinuante en la que ella piensa: «pero con la edad que tiene…»; y tú con «si supieras…». Y como el asunto está ya en cuestión de decidir (que el día solo tiene 24 horas, que si tuviera 1.254 no pasaría nada, pero de las 24 has consumido 16), entonces sueltas la frase que es o todo o nada: «si quieres tomar algo en mi apartamento…».

Obvio es decir que este es un momento clave, tanto si eres mujer como hombre: Si dice «sí», pero un «sí» contundente, ¡¡¡olvídala!!!; sí, ¡¡¡olvídalaa!!!; pero ¡¡¡olvídalaaa yaaaa!!!, que seguro que entra en el piso y no te la/lo quitas de encima y terminas yendo todos los días a Mercadona.

Te tiene que decir un «sí» que es como un «no» pero es un «sí», ¿me entiendes? Es posible que si te dice un no rotundo, igual te dé un bajón, pero no te preocupes, que entre siete mil millones de seres humanos que somos, malo será que no se produzca otra conexión interestelar con alguien de Madagascar o Burkina Faso. Pero si te dice el típico sí que es como un no, pero es un sí; entonces vais caminando hacia el apartamento y en ese paseo hay unos besos, unos cariños, unos mimos, unos arrumacos…

Como tu cama está cerca (perdón, quiero decir, casa) entráis, os sentáis; más besos, más cariños, una mano que va y otra viene o que se queda, que nunca viste tantas manos y hasta cuentas cuantos sois. Y si tienes iniciativa, la coges de la mano y, como si fuera un tango y con un movimiento seco… ¡¡flassshhhh!!, sin ropa.

La mueves para un lado, para otro, la lanzas hacia arriba, hace un tirabuzón, según cae la vuelves a lanzar, da cuatro volteretas en el aire y como más que una mujer ya parece un bumerán, ¡¡zas!!, cae en tus brazos y te lo montas en la cocina. Y después de la cocina, al lado del friegaplatos; contra la pared del pasillo; sobre la alfombra; en el sofá; junto al perchero…

Y con un calor que estáis a 140º centígrados, os metéis en el congelador, que dicen que allí no se puede hacer, pero es mentira, que yo lo hice, y como cuando salís estáis a temperatura ambiente y te va el morbo… ¡¡hala!!, ¡¡al balcón!! Y allí nuevamente te lo montas junto al tendal, en medio de la ropa que está colgada, menos que tú, pero colgada.

Y entonces la coges del brazo y la llevas a la habitación. Os tumbáis en la cama totalmente agotados, sin respiración, exhaustos; y en un momento es muy posible que te diga «pensaba que a tu edad…», y tú, como quien no quiere la cosa, le respondes: «descansa, cariño, descansa, que aún nos queda la tostadora, el microondas, la lavadora, la…». Y tú pensabas, y tú pensabas… anda, si estás para esas y muchas más, ¿no? Sí; bueno, igual me paso, ¿no?, no, o sí.

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Acerca de manuelguisande

Periodista, escritor, conferenciante y desarrollador de proyectos creativos
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