
Descarao, nuestras madres sí que tenían imaginación, mucha; también tenían hijos, prueba de ello, yo, que escribo este artículo, pero imaginación… ¡buah!, imaginación les sobraba, y algún hijo me da que también.
Bueno; el asunto es que hace unos días estaba en un bar cuando una joven le enseñó a su madre (unos setenta tacos) un vídeo de una persona en la que a grito pelado le explicaba cómo era una prenda de vestir que le iba a hacer.
Yo en esto de la alta costura femenina tengo algunos vocablos inconexos como «sisa», que siempre me sonó a robar, pero me da que no, que no veo yo a mi madre entrando con una recortada en un banco; «manga rangla», gran misterio; palabra de honor, honor a estas alturas…; y entredos, que para mí siempre fue un enigma porque no sé si es que la prenda era para dos personas, que la utilizaban en días alternos, o es que la pagaban a medias. Ni idea.
El caso es que antes; tú estabas en casa, tu madre hablaba por teléfono con la modista o alguien que le hiciera la ropa, y más o menos oías: «y entonces lleva una sisa, pero no es palabra de honor, con estampados y falda plisada, sin canesú ¿no?».
También de vez en cuando se escuchaba la frase «tipo marinero», pero te lo juro que sería de un marinero pijo, plan velero Ibiza, porque los marineros que conocí en Galicia y en el País Vaco…. todo menos copiarles la ropa; para tomar un aguardiente o liar cigarrillos, lo que quieras, pero para fusilarles la vestimenta… con escamas de sardinas, manchas de aceite del motor y agujeros por todas partes…
Pues después de todas esas explicaciones de la modista… ¡¡alucinante!!, tal cual se lo había descrito era como ella lo había imaginado, igualito, pero igualito igualito, sisa arriba, sisa abajo, clavadito. A nosotros los hombres no dicen que hagamos lo mismo y si cuando vamos a por un traje nos dan un pañuelo o solo la corbata, ya vamos que ardemos, imposible imaginar; y es que somos brutos, pero brutos brutos.
Nosotros lo más que imaginamos es cuando al preguntar por un coche que ha comprado un amigo, este nos dice: «¿sabes el Volkswagen escarabajo que tiene Antonio, que es rojo?, pues lo mismo, pero en blanco». Vamos un derroche de energías, un esfuerzo… Bueno, quizás exagero, porque un poco de imaginación sí que le echamos, porque a veces preguntamos si es de dos o cuatro puertas.
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