Una cosa que solo ocurre en Galicia en verano

Del libro Relatos de verano para reír todo el año (Amazon, tapa blanda y kindle). Mi única pretensión… que sonrías. Por la boca muere el pez, y el escritor si no come.

Cuando empiezan las vacaciones y vas por primera vez a la playa, sobre todo si tienes críos, pues de 6, 7 o 10 años, más o menos tiene lugar el mismo ritual que cálculo yo que en Galicia data ya de la época de los vikingos, si no antes. Llegas, estiras las toallas, sacas de bote protector y mientras los chavales van al agua, pues tú en plan vigilante yendo de un sitio a otro con los ojos puestos en los peques mientras chapucean.

Entonces, en tanto caminas y te fijas en las conchas arrastradas por el mar, ocurre algo dentro de ti que te emociona. Ves a los críos disfrutar, divertirse con otros de su misma edad y piensas, a la vez que se te llenan los pulmones de aire fresco: «¡qué bonito ser padre!», y hasta hay quien como en un acto de contrición se dice a sí mismo: «mi vida sin ellos… mi vida sin ellos… tal como vivía…».

Y así estás, como conmovido, a punto de que se te caiga una lagrimilla cuando oyes: «¡papá, veen¡, ¡papááá, veeeeen!». Y lo que es la vida, en instantes tu cerebro dice: «joé, esto de ser padre, meterme ahí con el frío que hace, ni de broma» y entonces piensas en lo hermosa que debe ser la vida de soltero, sin aguantar a estas bestiecillas, sin nadie, solo, pero absolutamente solo, pero como no lo estás… te acercas a la orilla y dices: «¡¡¡ahora voyyyy!!».

Mira, hay una fórmula matemática, pero no de ahora, si no de hace mucho tiempo, que es: velocidad es igual a espacio partido por tiempo; pues tú la destrozas, porque para quince metros que tienes que andar, adonde están tus hijos, te lleva casi media hora, que no hay animal en toda la fauna ibérica y mundial que sea así de lento. Y llega un momento, que es inherente al cargo de ser progenitor, que te metes en esas aguas galaicas y también tu inconsciente piensa: «estos se quedan huérfanos». Un frío, pero un frío…

Y tras cumplir con la tradición vuelves tiritando al arenal y se produce algo insólito que también solo sucede en estas tierras gallegas. En todo el Mediterráneo, pero en todo, incluye en esto Italia, Turquía, Albania, Egipto, Chipre, Libia, Croacia y Argelia… el personal sale del agua, coge de toalla y se seca. En Galicia no, en Galicia no te secas, te frotas, te das unas refriegas para entrar en calor y que te circule la sangre… que es mucho.

Pero esto no solo te ocurre a ti, ¡qué va!, sino a todos los que están en la playa, que a veces piensas si en vez de protector solar no será mejor llevar alcohol del 90 para darte un masaje y alcanzar temperatura estable o incluso un lingotazo. Y cuando ya estás bien, de repente haces casi de auxiliar de enfermería. Llega tu hijo temblando con los labios morados, como hinchados, y a darle unos frotis que solo te falta hacerle el boca a boca en plan prevención.

Mira, yo no conozco África ni falta que me hace; yo veo salir a mis hijas del agua, veo esos labios, me las imagino un poco más morenas y de ahí a apuntarlas ya a una maratón representando a Senegal, un paso; bueno, un paso, y si ganan algo… un chollo. Por cierto ¿a qué sabrá el alcohol del 90?, con hielo, me refiero.

Del libro Relatos de verano para reír todo el año (Amazon, tapa blanda y kindle) Por la boca muere el pez, y tambien el escrito si no come.

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Acerca de manuelguisande

Periodista, escritor, conferenciante y desarrollador de proyectos creativos
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2 respuestas a Una cosa que solo ocurre en Galicia en verano

  1. El autor «no pierde comba». Gracias por la sonrisa generada amigo

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