
Parte de un capítulo del libro “Galicia, la última emigración cósmica”
Pasadena, que era el piloto del módulo lunar enviado por la NASA, tenia ya mucha confianza con el presidente de la Xunta, Eladio Varela, que le hizo al gunas confesiones mientras se creó, sobre todo en verano, como una doble infraestructura administrativa.
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Habían pasado dos años y medio desde que Galicia se había separado de España, el gabinete del presidente de la Xunta y el de Pasadena formaban ya un binomio perfectamente compenetrado, con gran fluidez en las comunicaciones, pero con unos principios claros: que los responsables de la Xunta hablaran todo lo que quisieran, pero que no hicieran nada, y que a ellos los dejaran actuar, pues habían demostrado su efectividad en multitud de operaciones de mayor o menor calado, pero siempre por el bien de Galicia.
Esto no agradaba mucho a Eladio, pero era consciente de la realidad, y así se lo confesó un día a Pasadena: «Teño unha banda de asesores…», a lo que le contestó: «E menos mal que só tes dos mans para poner xente a dedo, que chejas a ter tres…».
Y era incuestionable, una gran parte de los 340.000 funcionarios enchufados, cifra que aumentaba año tras año, prácticamente solo valían para llamarle «señor presidente» o para decir sí a todo, pero iniciativa…, ninguna, salvo para ir a veranear a Sanxenxo. Para eso sí que tenían una actividad frenética, endiablada.
Cuando llegaban las vacaciones de verano, el tramo de autopista que unía Santiago con Pontevedra estaba repleta de turismos conducidos por hombres y mujeres que trabajaban en las distintas consellerías. Hasta tal punto formaban unas colas tan impresionantes en el peaje de O Salnés, con retenciones de varias horas, que algún funcionario había tramitado in situ el expediente de algún paisano firmando sobre el capó del coche.
Era tan grande la afluencia de empleados de la Xunta a Sanxenxo, que la práctica de solventar cualquier papeleo en O Salnés se extendió tal manera que, se llegó creó como una especie de administración paralela, pues eran muchas las personas que, en vez de ir a Compostela, esperaban a la época estival para solventar asuntos burocráticos en el peaje.
Ahora, Eladio se planteaba dos cuestiones fundamentales: una era si hacer descender o no a Galicia hasta la península, ya que los estudios técnicos, en caso de que un día se decidiera retornar, demostraban que la descarga de tierra con aerostatos podía dar lugar a que separase la provincia de Pontevedra.
Y otra duda se planteaba el presidente de la Xunta, ya que en caso de volver a España, si el pueblo gallego se acostumbraría a vivir como antes o a las dos o tres semanas tendría lugar una revuelta para retornar al espacio.
El miedo estaba, sobre todo, si en ese posible motín participaban los trabajadores de Vulcano, los de la Naval, que esos no se andaban con tonterías de protestas con florecitas ni pancartitas, porque cuando querían algo eran como un ejército, con un armamento capaz de todo y por eso respetaban siempre sus reivindicaciones.
Capítulo anteriores
El módulo lunar anclado en Fisterra, el cabreo del piloto y los aerostatos
Amancio Ortega, los bañadores y el tabaco. Parte de un capítulo anterior de «Galicia la útima emigración cósmica»
Me parece una mierda,Galicia no se separó nunca de España y casi el 80 por ciento de los Caballeros Legionarios eran o somos gallegos.Por favor no sé cuál el rendimiento de poner información falsa.
¿Pero quién dice que Galicia se separó de España?. Si es un libro de Ciencia Ficción que se titula «Galicia, la última emigración cósmica?
No debiste entenderlo, ya que sólo es una pequeña parte, es una ficción, y además humorístico, a mi me resulta genial ,yo tengo el libro y pasas un buen rato leyendolo, te lo aconsejo leer entero y dar luego tu opinión completa. Saludos