Relato 25 del libro ¿Cómo somos mos los gallegos?, depende 2ª parte
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Lo de los avances tecnológicos en la aldea no es que estén mal vistos, pero el gallego en general es reticente a ellos; hay algo así como «eso es un lío», y como tiempo tiene de sobra ya que vive de su pensión y de un huerto para matar las horas, pues cuando se pone a trabajar prefiere hacerlo como siempre: a mano.
Obvio es decir que algunos adelantos fueron aceptados y que con ellos mejoró en mucho la vida del gallego, como el tractor para los agricultores o la motosierra para los madereros, que el Ibuprofeno tiene un límite y aunque tomes pastillas a paladas no hay quien te mitigue esos dolores de espalda; pero lo que es, digamos, herramientas modernas y caseras, no están mucho por la labor y cuando lo están…, tela cuando lo están.
Gelito, un vecino que se dedicaba a limpiar fincas, siempre lo hacía todo con la fouciña; cogía de instrumento manual, se inclinaba hacia adelante en un ángulo de cuarenta y cinco grados, se acercaba a las silvas y dale que te dale, como el padre que le da un cachete en el culo al hijo por hacer una trastada, pero a lo bestia, una furia, una ira, una violencia…
La vida de Gelito y la de la aldea no sufría alteraciones relevantes, incluso diría que había días que todo transcurría a cámara lenta hasta que un día compró una desbrozadora, que para quien no lo sepa es una máquina como una escoba que lleva un pequeño motor y en cuyo extremo hay unos hilos o cuchillas que al girar se llevan por delante cualquier mala hierba.
El primer día que la utilizó nos dimos cuenta porque se oía ñiuuuummmmm, ñiuuummmm, ñiuuummmmm y claro, una abeja, que era a lo que más se parecía, poco probable, pero lo que ya nos confirmó que no era un insecto fue oír a grito pelado «¡¡¡¡cajoenrós!!!!», «¡¡¡¡a madre que te pareu!!!!», que eso no sé si venía en las instrucciones o fue una contribución de Gelito al mundo de la combustión líquida.
Como el ñiuuuummmmm, ñiuuummmm, ñiuuummmmm seguía y seguía, pues allí nos acercamos todos a ver la novedad, y joé con la novedad…, a Gelito solo le faltaba un traje de camuflaje; iba de un lado a otro a toda velocidad, a la izquierda, a la derecha, hacia adelante, hacia atrás, todo era vertiginoso.
Gelito sudaba, se sacaba la gorra de Maderas Sánchez, se pasaba la manga de la camisa por la cabeza y la frente y, sin parar, lo mismo cortaba briznas de hierbas a ras de suelo, que ramas de árboles o le daba a las manzanas a ver si caían.
Tan ilusionado estaba Gelito y con tanto ímpetu se había adentrado en las nuevas tecnologías que de vez en cuando se le encasquillaba el arma, porque no hay quien me lo quite de la cabeza que aquello era un arma, y entonces tras un par de «cajoenrós» y una docena de «a madre que te pareu», no sé qué hacía con unos destornilladores que la ponía nuevamente en marcha y… ñiuuuummmmm, ñiuuummmm, ñiuuummmmm», «ñiuuuummmmm, ñiuuummmm, ñiuuummmmm.
Como a mí me gusta el motociclismo, te lo juro que hubo momentos que estando en casa y al oír el ñiuuuummmmm, ñiuuummmm, ñiuuummmmm me imaginaba a Marc Márquez o a Valentino Rossi haciendo trazadas por las aldea, pero claro, una carrera puede durar cincuenta minutos y lo de Gelito eran horas y horas, por lo que deduje que su especialidad, más que la velocidad, era la resistencia.
Y es que el ruido no paraba. Estabas tranquilamente escribiendo en el ordenador… y de repente… ñiuuuummmmm, ñiuuummmm, ñiuuummmmm; ibas un día a leer un libro mirando los árboles de la finca…, lo abrías y… ñiuuuummmmm, ñiuuummmm, ñiuuummmmm.
Mi familia dice que no, que nunca me he movido por nada, salvo para temas de trabajo, pero yo les aseguraba que, aun estando quieto, tenía una sensación de velocidad y que todo pasaba volando, que incluso los días me parecían más cortos al oír el ñiuuuummmmm, ñiuuummmm, ñiuuummmmm, aunque luego me explicaron que era por otra cosa, que estábamos ya en enero y no en julio.
Ni que decir tiene que con Gelito llegué a un acuerdo institucional en el que, como hombres de palabra, no hizo falta firmar ningún papel para que durante la siesta no utilizara la desbrozadora; y por supuesto, también sobra decir que al cabo de un mes quemó el motor.
Yo no sé qué dijo de una válvula o de una chispa; pero lo que sé es que hasta llegó la nueva desbrozadora…, una tranquilidad, un sosiego, una calma, una paz… hasta que un día… ñiuuuummmmm, ñiuuummmm, ñiuuummmmm. Un estrés y un susto la repentina aparición de la maquinaria… y nuevamente, no me digas cómo, mi mente se fue directamente a Márquez y Rossi, pero para mí que ese año quien ganó fue Gelito.
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Concuerdo con Guisande, hay zumbidos mecanizados de moscardon que facilitan el trabajo manual del paisano pero merman el periodístico. No es lo mismo escribir con zumbido que sin él, me pasaba a mí lo mismo donde vivo ahora con la fuente que tengo al lado de la terraza, en la zona verde. A mí siempre me gustó el ruido del agua, me anima a leer poesía clásica, como esa de «Si Garcilaso viviera yo sería su escudero, que buen caballero era», el problema es que no escuchaba el ruido del agua, me llegaba mayormente el ruido del motor y me espantaba las musas, leer en mi terraza fue imposible, hasta que pusieron un motor sumergible. Por eso digo que comprendo lo duro que puede ser escribir mientras se callan los mirlos y furrula y furrula el moscardón del paisano, porque se meten todas la erres en lo que estás redactando.
Yo puedo escribir a lado de cualquier ruido constante, pero el ñiummmmm a ratose mata 😇😛😂
Reblogueó esto en Site TitleO SITIO DO MEU RECREOy comentado:
Manoel o 24 de 24!!!!
Aínda recordo cando meu sogro mercou a, desbrozadora todos prometían ter os campos como unha patena,e se frotaban as mans coa de cartos que ían a aforrar,……. O primeiro día ca probaron acabaron derreados e xa non se voltou a utilizar ata que un dos fillos se lle deu por usala. ISO poido ser UNHA SANGRÍA, porque sen ter prática se lle ocurreo en lugar de utilizar o fío, coller a élice,….. aquel día máscabase a traxedia, xa miralo traballar sen a pantalla protetora co peligro que lle saltara algo aos
ollos era un verdadeiro horror. Eu creo que se chegou a, sentir como Atila porque arrasaba con todolo que alcanzaba. Dito e feito nun intre de descoido se lle escapó a ferramenta e non cortou un brazo de casualidade, foi un rabuño pero aquello recordoume a matanza do Porco, había sangue ata decir basta. Dende aquela cando vexo unha escapo como se da morte se tratara.
Manoel, Manoeliño desta fixen un experimento e reblogueei o comentario, non sei se serás capaz de velo no meu blog. A ver cómo fas, xa me contarás que pasou!!!!.
Ok gracias