1. ¿Es posible conocer al gallego?

Con el fin de que pronto pase esta situación tan dramática del coronavirus, cada día o dos días iré publicando relatos de mi último libro ¿Cómo somos los gallegos?, depende 2ª parte. Si consigo que sonriáis…. genial. Es mi humilde aportación. ÁNIMO.

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No, conocer al gallego es imposible; intentos en la historia de la humanidad los ha habido, millones, pero todos han concluido en estrepitosos fracasos y algún que otro suicidio. ¿Y a qué se debe ello?, ¿qué peculiaridad tiene tan especial el gallego que no es posible conocerlo?, ¿es más fácil, quizás, conocer a un miembro de la tribu Gungulungú de la zona de África Central, según entras a mano derecha?

Pues sí, saber cómo es un individuo de la tribu Gungulungú resulta mucho más fácil. Tú vas al clan, te pasas allí unos días y descubres que un gungulungú se levanta por la mañana en taparrabos, coge una lanza, va de caza, vuelve con un antílope, lo come a dentellada limpia… y a sobar, y el resto del día se dedica a afilar la punta de la lanza. Como los afiladores de Ourense pero en pelotas.

Bueno, también es posible que mientras asan al animal salten alrededor de él o den gritos en plan «hululu-hululu-hululu»; pero vamos, que eso viene a ser cuando el gallego dice: «¡¡¡¡Ei carballeira!!!!» o un asturiano «¡¡¡Patria queridaaaaaá!!!», nada que digas tú, «qué misterio». Un chillido y nada más, pues como cuando te pisan un pie, por ejemplo.

Al gallego no lo puedes conocer porque no lo puedes entender, y mejor que te dediques a saber cómo los egipcios construyeron las pirámides que es más fácil, y digo «cómo» y no «para qué», que eso está claro para qué las construyeron: para hacerles fotos.

Y también, si quieres, pues vete con una palita de la playa y excava por la zona del Machu Picchu a ver si encuentras una ciudad perdida o pica en un paso de peatones de tu pueblo, que igual ahí está la Atlántida, oye, que a lo mejor… pero conocer a un gallego…

La ventaja de no poder conocerlo es que es un entretenimiento, como una especie de reto, un desafío. Tú oyes a un ruso y está claro, no lo entiendes porque ni idea de ruso; y lo mismo sucede con un eslavo, un sueco o un afgano, salvo que seas perro.

Sin embargo con el gallego estás en esa línea tan fina y delicada llena de dudas que te hace pensar: «Para mí que el gallego es, pero tal vez…», y esto, a diferencia del ruso, del eslavo, del sueco o del afgano, te activa la mente, te diviertes, y como es un asunto así como individual, de interioridad existencial, pues que no mareas a la familia, que no sabes tú lo que agradece que pases el tiempo con algo y no des la vara, ni te lo imaginas.
Al gallego nunca lo entenderás ni lo conocerás porque pertenece a otra realidad, a otro concepto de la vida, a otra dimensión, más cerca de lo etéreo que de lo real, de lo volátil que de lo constatable. Como una especie de brisa que habla.

Y aunque para él todo está más que claro y lo que dice es evidente, pues para el resto de pobladores del planeta Tierra, no. Tú vas en coche y le preguntas a un gallego auténtico que va por el arcén con su azada que por dónde se va a un pueblo, pongamos Arzúa, y te dice: «Vai ben, por alá»; pero ese «por alá…», como que es muy genérico, demasiado abstracto, porque el «por alá» puede ser de frente, a la derecha, a la izquierda o incluso que ya has llegado, que se han dado casos.

Y estoy segurísimo, pero segurísimo, que cuando emprendes la marcha y a cien o doscientos metros giras a la izquierda, el gallego que te ha dado la explicación y que ve la maniobra, piensa: «Istos son parvos…, lles digo por alá e se meten por alí». Y tiene razón, porque es tan diferente «por alá» que «por alí».

Acerca de manuelguisande

Periodista, escritor, conferenciante y desarrollador de proyectos creativos
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