Cuando nuestras madres nos compraban la ropa

Cuando yo tenía seis o siete años, no estaba muy seguro de si era niño; niña no porque por aquel entonces (hace más de cinco décadas) había una manía entre los médicos de mirarte por un aparato nuevo llamado Rayos X, y entonces allí se veían todos mis huesecillos hombrunos después de aplastarte el pecho contra una mampara congelada que no cogías una pulmonía de milagro.

Como digo, niña no era, pero niño…. yo más bien me sentía goma, sí, una goma elástica e irrompible. No me digas cómo, de repente, un día tu madre te cogía por la mano y como si fueras un trapo y decía: «Vamos de compras».

Ni te preguntaba si te apetecía, si estabas haciendo algo, si estabas animado para salir, si te ibas a casar… ná, arramplaba contigo y de repente te veías de pie, con tus pantalones cortos en un comercio sin saber si te iban a comprar un jersey, una gorra, un abrigo o te iban a vender como esclavo.  Allí estaba tú en el medio, quietecito y sin decir ni mú rodeado de gente.

Entonces tu madre le decía a la dependienta «deme ese jersey», y siempre pasaba lo mismo; te quitaban a lo bestia el que llevabas puesto, el cuello te chocaba en la nariz, con los ojos, con las pestañas, con las orejas, llorabas, y antes de que te lamentaras más te metían sin mirar otro por la cabeza que te recolocaba todos tus apéndices: orejas, pestañas, cejas… y siempre, pero siempre, el cuello te quedaba pegado a los ojos y llora que te llora.

Yo la verdad nunca entendí como mi madre (nuestras madres) que eran tan bondadosas y cuidadosas, tan cariñosas y sensibles, en las tiendas se transformaban en auténticas fieras poniéndote la ropa. Y cuando tenías el jersey puesto, había una frase que no fallaba: «Deme una talla más, que va a dar el estirón».

Y también entonces pasaba algo increíble; si tu talla era la, pongamos 24, pedía la 25, y si no había la 25 valía la 26, y si no había la 26 ni la 27 ni la 28… pues bien te servía la 320 o la 640. Yo no sé si estirarías tanto pero que de allí te ibas con un jersey… bien lo sabía dios.

Y así salías; tu madre tirándote de nuevo por la mano contenta como unas pascuas, y tú con las orejas rojas de tanto jersey que te quitaban y ponían mientras pensabas «pa llenar esto, tengo que estirar…».

Y tío, no me digas cómo lo hacían nuestras madres, que sin logaritmos neperianos, ni ecuaciones de segundo o tercer grado, ni escuadra y cartabón ni rayo láser… el jersey te quedaba perfecto; eso sí, no al año ni a los dos, pero a los tres o cuatro… bueno bueno, niquelado. Eso eran madres y tú… todo orejas, les daban unos meneos…

……..

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Acerca de manuelguisande

Periodista, escritor, conferenciante y desarrollador de proyectos creativos
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2 respuestas a Cuando nuestras madres nos compraban la ropa

  1. Cuentas las cosas de tal manera que siempre salgo con una sonrisa de aquí.

    Un abrazo

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