Esto del verano es de loco. Mira que tienes todo el año, pero todo, que son mogollón de meses, de días ni te cuento, y de horas… horas todas las del mundo, pues llega esta época estival-festival y todo el personal quiere que vayas a su casa y, en concreto, a su urbanización. No te invitan el resto del año ni para un café y llegan estas fechas y ni que en vez de una casa tuvieran una barraca de ferias. ¡¡¡Pasen, pasen, pasen y veaaaaannn!!! ¡¡¡la casa de los Guillermez, pasen, paseeeen!!!
Vamos a ver; yo no he recorrido todas las urbanizaciones de España para escribir este artículo, pero estoy seguro de que con las que he visitado son suficientes para saber cómo son y, si me apuras, para hacerme agente inmobiliario porque me han enseñado de todo: el tipo de suelo, de ventanas, de techos, de calefacciones, de garajes, de aislamiento, de sistemas de seguridad, de cierres…
Y en todas hay una cosa que no falla: todas, absolutamente todas están a quince minutos de la ciudad. Ni media hora ni veinte minutos, quince. Te acuerdas de aquella canción tan antigua del Dúo Dinámico que decía: «♫♫♫ Quince/ años / tiene mi amooor / Quince / años / tiene mi amooor ♫♫♫». Pues eso. Quince
Yo, que vivo en A Coruña, un día fui a una que llegó un momento que apunto estuve de decir: «y por qué no vamos ya hasta Gijón… total», pero me contuve aunque no sé muy bien porqué, ya que la verdad es que hacía tanto tiempo que no visitaba Asturias y no tomaba sidra…
A mí las urbanizaciones nunca me atrajeron, nunca les encontré yo un punto a eso de vivir en una especie de barricada. Además, pensaba que en las urbanizaciones, al vivir así en plan tribu, con cercas, pinchos y alambradas, pues que la gente se conocía, que hacían unas fiestas del copón entre ellos y que no querían que participara gente de fuera por eso de la intimidad; pero descubrí que no, que ni encerrando a la gente se quiere conocer.
¿Y cómo lo averigüé? Pues un día que fui a una y cuando mi amigo decidió pasear al perro…. bueno bueno con la caminata, nunca tal susto viví. Fue dar el can cuatro pasos y allí ser armó la de dios es cristo: una jauría, unos ladridos, unos arrebatos bestiales de los canes lanzándose a dentelladas contras las vallas de los chalés… y claro, si no se conocen ni los perros, que lo normal es que se empaten salvo excepciones, ¿cómo se van a conocer los propietarios? Imposible.
Pues después de dar una vuelta por la urbanización hablando a gritos entre aullidos y gruñidos, finalmente regresamos a su casa, que por mi podía ir a cualquier otra, con tal de no estar en la calle… con aquella animalada… lo que fuera.
Pues yo pensaba que mi amigo iba a hablarme de lo que acabábamos de vivir, porque te lo juro que no sé por qué la gente va de safari al Serengueti para vivir experiencias fuertes, pero no, de repente me dijo: «Aquí se vive una tranquilidad…». Y claro, cuando dijo eso pensé: «Aquí… ¿aquí dónde?, será ahí en el sillón ¿no? porque lo que es afuera…». Y me quedé callado, dije que sí por eso de mejor que decir no; pero de verdad que me daba unas ganas de preguntar si en la urbanización tenían como vecino a Angel Cristo…
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