Pensar es fatal ¿verdad? Es que estos días, dándole y dándole al cerebro llegué a la conclusión que no comprendo cómo la gente se sorprende por ciertas cosas, y especialmente en vacaciones, que al personal se le da por ver y fotografiar y fotografiar todo, que luego ya no atina y lo mismo dice «mira que bonita es esta foto de Guadalajara» o «esta de Sant Sadurní del Vallés», cuando realmente es Estepona, se hacen tantas fotos a lo loco…
Yo lo que sé que llega a un megayate a un puerto de España y allá va todo dios a verlo, menos yo; va la gente a Estados Unidos, y lo primero que hace es ver y ver más y más rascacielos hasta que vuelve a España con vértigo, menos yo, que les echo así una ojeada con desdén, y listo. ¿Por qué?, ¿por algo especial?, ¿tal vez complejo de superioridad?, ¿de inferioridad?, ¿quizás simplemente complejo?.
Pues no lo sé, pero lo que sé es que me importa un verdadero bledo el megatrasatlántico y el hipermegaedificio porque al final todo se trata de una realidad, de algo archiconocido: las matemáticas. Sumas, restas, multiplicaciones, divisiones o ecuaciones... y ya con los resultados, lo mismo puedes construir un barquito de un centímetro que uno de ocho kilómetros, un edificio de cuatro plantas que uno de 8.888. Nada especial.
Entonces ¿qué me impresiona? ¿qué es lo que a mí me hace cavilar? ¿qué es lo que me hace pensar, meditar y sorprende en esta vida? Pues las arenillas; sí, esa arenilla que se te mete en un zapato es la que a mí me hace replantear para qué estoy aquí.
Es que el asunto es mucho. Vas con un amigo por una acera que ha sido limpiada y requetelavada por la mañana, de repente se para y dice: «espera, que se me ha metido una arenilla». Entonces saca de zapato, le da unos golpes al suelo, le da la vuelta al calzado, cae una arenilla, luego mete el pie y dice «vamos, ya está».
Y yo pienso «¿cómo que vamos?, ¿cómo que ya está?». Pero vamos a ver, en un suelo asfaltado de cualquier ciudad o en una acera con adoquines superlimpio ¿cuál crees tú que es la posibilidad que una arenilla, pero de esas que hay que verlas con un microscopio, se te meta en el zapato?, ¿cuál crees que es la probabilidad que con la punta del zapato o un borde les des justo justo a la de la arenilla y que como esa imagen a cámara lenta de una gota de gua que cae al vacío gire por el aire, dé no sé cuantas vueltas, vaya a la misma velocidad a la que andas y se meta en tu zapato, entre el calzado y el calcetín?, ¿una entre mil? ¿una entre mil millones?. Pues quizás más ¿y esto no es impresionante? ¿realmente esto no es alucinante?, ¿cómo que «vamos y ya está»?
Ni «vamos», ni «ya está».Yo cuando sucede esto pienso en el mundo, en si hay leyes desconocidas para el ser humano, en la complejidad del cosmos, en el mas allá, en el más acá, en las casualidades, en las probabilidades, en… ¿un trasatlántico, un rascacielos?, cuestión de matemáticas; pero lo de la arenilla… lo de la arenilla, como para quedarse de piedra.
Hola Manuel, que bonito que te ha quedado la frase «leyes desconocidas para el ser humano, en la complejidad del cosmos» jo que profundo, me haces recordar a Albert Einstein y que se cumplen 100 años de que este señor teorizó las ondas gravitacionales, que ahora parece ser que han detectado.
¿Qué me impresiona? Pues que este tio hace ya 100 años tenía razón.
En lo de las ondas no hombre, en lo de la estupidez humana.
Hola René: Le preguntaré al cerebro de dónde sacó eso de “leyes desconocidas para el ser humano, en la complejidad del cosmos” pero me temo que haya sido en un lugar tan vulgar como ese autobús vertical que le llaman ascensor y que tiene muchas paradas 😉